Cómo resolver los problemas de conducta en niños

En los niños, los problemas de conducta o de comportamiento son uno de los problemas más consultados por padres y profesores. En muchas ocasiones, los padres, las madres o los profesores no saben qué hacer, no saben cómo ayudar a sus hijos, ni cómo entender lo que les ocurre.  Y es normal que se sientan asustados, confusos y frustrados con la situación que tienen en casa o en la escuela. Si te interesa este artículo también puede interesarte nuestro artículo sobre crianza consciente.

¿Qué son los problemas de conducta en niños?

Algunos comportamientos que se incluyen dentro de los problemas de conducta son comportamientos agresivos o desafiantes. En ocasiones se manifiestan como explosiones de ira y rabietas, dificultad para obedecer las normas, o tendencia a discutir y protestar. Estos comportamientos se consideran un problema cuando tienen una elevada intensidad, frecuencia y duración.

Las conductas de desobediencia forman parte del desarrollo normal en los niños y son muy frecuentes en los primeros años de vida. En muchos casos, son comportamientos transitorios y se superan con el paso del tiempo. Pero en otros casos, aumenta la intensidad y la duración y generan un deterioro en las relaciones familiares y sociales. Pueden aparecer también problemas en el colegio, como pro ejemplo en el proceso de adaptación con otros niños o con otros profesores. A veces a los niños les cuesta integrarse porque, debido a su comportamiento, generan rechazo en los demás. Esto les lleva a sentirse incomprendidos, a tener un peor estado de ánimo, mayor descontrol de sus emociones y, por tanto, peor conducta.

¿Qué hace que se comporten así los niños?

Los problemas de conducta no tienen una única causa. Habitualmente son consecuencia de la interacción entre el niño y su entorno. También puede ser consecuencia de otro problema subyacente como depresión, ansiedad, TDAH, o son debidos a una situación transitoria como estar pasando por un divorcio, cambio de colegio, o la llegada de un infante a la familia.

El desarrollo normal de los niños pasa por una etapa de egocentrismo. Hasta los 6 años aproximadamente los niños están centrados en su punto de vista. En estas edades los niños se reafirman, quieren hacer las cosas a su manera y se sienten frustrados ¡así que protestan cuando sus padres no les dejan hacer lo que desean! Según van creciendo la capacidad para razonar de los niños aumenta, y, por lo tanto, su capacidad para negociar también, por ello es frecuente que los niños discutan o negocien las normas.

Lo que tenemos que tener claro es que todos los niños son capaces de cambiar su comportamiento. De hecho, la mayoría de los fracasos, en resolución de problemas de conducta, son debidos al desconocimiento de los adultos de estrategias adecuadas para cambiar este comportamiento. No hay niños “malos” sino un sistema de educación, tanto en el colegio como en la familia, que no responde adecuadamente a las necesidades de ese niño.

¿Cómo resolver los problemas de conducta en niños?

Tratar los problemas de comportamiento no implica solamente reducirlos o eliminarlos. También es necesario fortalecer comportamientos alternativos. Es decir, lo importante no es centrarnos en el problema, sino en potenciar conductas más adaptativas, es decir, dedicar más tiempo y esfuerzo al comportamiento positivo que al comportamiento problemático.

Hay que tener en cuenta que la obediencia no es siempre un rasgo negativo. Que el niño pueda decir no a determinadas peticiones es bueno para su aprendizaje vital. Por lo que la obediencia no ha de producirse al 100%, es decir, el objetivo no es conseguir niños dóciles.

A continuación, te proponemos algunas pautas para mejorar problemas de conducta en niños:

Ante las rabietas es importante no ceder a la petición que desencadenó la rabieta

Procura hablarle con calma y comprensión, pero sin intentar razonar durante la rabieta. El niño, durante la rabieta, se encuentra en un estado emocional intenso y no nos escuchará adecuadamente. Es necesario contener al niño emocionalmente quedándonos cerca de él para aportarle seguridad, y haciendo comentarios que muestren empatía como “entiendo que estés enfadado pero no te voy a comprar ese juguete”. También le podemos ofrecer alternativas, por ejemplo, “lo que si podemos hacer es leer un cuento en casa”.

Presta atención a cuando tu hijo se porta bien y elogia su conducta de forma inmediata

No hace falta que lo haya hecho perfecto, empieza reforzando pequeñas aproximaciones. Sonríele, mirarle o haz  un comentario positivo sobre su conducta.

Hacer alguna actividad juntos

Por ejemplo, jugar, pintar, montar en bici, etc. Hacer actividades con ellos elimina fricciones y crea lazos de simpatía y amor más sanos.

Refuerza vuestra relación a través de actos espontáneos

Por ejemplo, con un beso, un abrazo o frases como “qué bueno eres” o “confío en ti”.

Estimula el diálogo, y evita la imposición o los monólogos

Por ejemplo, promueve la reflexión sobre su propia conducta. “¿Qué pasó? ¿Qué piensas sobre lo que hiciste?  ¿Propones algo que hacer ahora?

Busca alternativas al castigo

Por ejemplo, si hace algo que no debe puede perder privilegios. Lo mejor es establecer las condiciones previamente, que el niño ya sepa lo que pasa si tiene un mal comportamiento, y retirar el privilegio lo más cerca posible en el tiempo de ese mal comportamiento. Además, hay que retirarle de situaciones que refuerzan las malas conductas, o retirarle de situaciones que fomenten el comportamiento.

Por ejemplo, si ha pegado a su hermano durante el juego, sacarle de la habitación durante unos minutos para que no pueda seguir jugando. El criterio para determinar cuantos minutos pasa fuera de la actividad reforzante suele ser 1 minuto por cada año de edad. Es decir, si tiene 5 años pasará 5 minutos fuera.

Promueve conductas poco frecuentes uniéndolas con actividades reforzantes

Es decir, si quiero que mi hijo haga los deberes, en lugar de decir “¡Cómo no te pongas las pilas te vas a quedar sin Play hasta el verano!” puedes proponerle una actividad agradable para después de completar los deberes: “Cuando termines esos ejercicios nos vamos al parque”.

Ajusta las órdenes a su nivel según su edad y entendimiento

Las normas tienen que ser claras y el niño debe saber lo que se le pide. Por ejemplo, decir “¡Ya es hora de que te portes como un mayor!” no le dice al niño cómo queremos que se porte.  Es mejor especificar “No saltes en el sofá porque se rompe”. Las normas deben de ser sencillas y concisas. Y es mejor una petición o dos a la vez. Háblale a una distancia cercana para asegurarnos que nos escucha y nos entiende.

Y recuerda

Los niños agresivos son frágiles emocionalmente, es decir, son vulnerables, aunque muchas veces parezcan lo contrario. Ellos simplemente defienden su identidad porque se sienten amenazados. Por ello es importante que los adultos les ayudemos a manejar su frustración de maneras adaptativas, en vez de hundirlos más. Si te cuesta no enfadarte, pierdes la calma y te pones a su altura a lo mejor puedes apartarte unos minutos de la situación antes de actuar. Si aún así pierdes el control quizás un profesional pueda ayudarte a gestionar situaciones conflictivas o difíciles con los niños.

Autora: Miriam Gómez Escudero

Psicóloga en Self Psicólogos Majadahonda

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Martin, M. Á. L. (2014). Cómo intervenir en los problemas de conducta infantiles. Padres y Maestros/Journal of Parents and Teachers, (356), 37-44.