Ansiedad por separación en niños
La relación que se desarrolla entre madre e hijo es muy significativa durante los primeros años de vida del niño. El proceso de separación es complejo y doloroso, ya que marca límites, diferencias y distancias difíciles de aceptar, tanto para la madre como para el pequeño, por lo que la ansiedad por separación es un hito importante en la crianza.
Los niños establecen una relación especial con una figura de apego primario, caracterizada por el sostén, la seguridad, el afecto, la contención y el apoyo. Esa figura puede ser cualquier persona cercana al niño a nivel afectivo y emocional que cumpla con el rol de cuidadora. En la mayoría de los casos suele ser la madre, pero esto no quiere decir que en contadas veces pueda ocupar este sitio y este rol otra persona.
A partir de su relación con la madre, el niño establecerá en el futuro otras relaciones con otras figuras de apego: padre, abuelos, hermanos, amigos, maestros, novio, novia, compañeros de trabajo, jefes, cónyuge, hijos… Cuanto más sólida y segura es la relación con la madre, más sólidas y seguras serán las demás relaciones que el sujeto establezca a lo largo de su vida. Esta relación entre madre e hijo se mantiene por una serie de conductas de apego instintivas.
Resulta muy complejo que un niño pueda sobrevivir si alguien no le cuida, protege y alimenta. Todo pequeño o pequeña debería recibir atención y cuidados para poder desarrollarse y crecer, tanto a nivel físico, psíquico como emocional.
La reacción ante la separación
Tanto la madre como el niño muestran, una conducta de apego, una serie de actividades cuyo objetivo es mantener el contacto.
- La conducta de apego de la madre consiste en acercarse a su hijo, tomarlo en brazos, hablarle, brindarle sostén emocional y afecto.
- La conducta de apego del niño, al principio, consiste en llorar, protestar y demandar. Más adelante podrá gatear o caminar hacia su madre.
Funciona por el mismo mecanismo que la conducta alimentaria: cuando necesitamos comida tenemos una sensación desagradable, el hambre, que nos mueve a comer, y cuando comemos esa sensación desaparece y nos encontramos mejor. Pues cuando madre e hijo se separan se sienten mal; el niño llora y la madre le busca. Cuando vuelven a encontrarse el malestar desaparece; madre e hijo se tranquilizan y el llanto desaparece o disminuye.
Los niños aprenden pronto, y adaptan su conducta a las respuestas del entorno. Por ejemplo, un bebé al que sistemáticamente se ignora, al que nadie coge en brazos cuando llora, acaba por no llorar. No es que se esté acostumbrando, ni que haya aprendido a entretenerse solo, ni que se le haya pasado el enfado; en realidad, se ha rendido, se ha dejado llevar por la desesperación y el desamparo. Se ha eliminado dicha conducta al obtener una respuesta nula hacia su pedido y necesidad.
La conducta de apego (el llanto y las protestas del niño separado de su madre) tiene un valor adaptativo. Es decir, a lo largo de los años, ha tenido un efecto, mantener juntos a la madre y a su hijo, efecto que ha favorecido la supervivencia de los niños y por tanto de los genes que regulan dicha conducta. Cuando la conducta de apego alcanza su efecto se refuerza; es decir, se repite con mayor intensidad y frecuencia. Cuando no produce efecto se debilita y puede llegar a extinguirse.
Los distintos tipos de apego
John Bowlby (1907-1990), psiquiatra y psicoanalista infantil. Se dedicó a estudiar los efectos de la relación entre el cuidador principal y el menor, en la salud mental de los niños y en la vida adulta de los mismos. Para ello, Bowlby retoma los trabajos de la psicóloga estadounidense Mary Ainsworth, con la que había trabajado. Ainsworth observó distintas interacciones entre madres e hijos bajo un procedimiento estandarizado que se conoce como la Situación Extraña.
Bowlby después de realizar estudios con niños institucionalizados por robo, y con niños que habían sido separados de sus madres a edades tempranas, concluyó que la capacidad de resiliencia de los menores estaba influenciada por el vínculo formado en los primeros años de vida. En este sentido, el tipo de relación que se establece entre el bebé y su cuidador es determinante y significativa en la conducta y desarrollo emocional que tendrá lugar más tarde. El estilo de apego establecido durante la infancia puede ser visible en los miedos o inseguridades del adulto, y en los modos de afrontarlos.
A continuación te describimos los distintos tipos de apego:
Apego seguro
Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: el niño sabe que su cuidador no va a fallarle. Se siente querido, aceptado y valorado. De acuerdo con Bowlby, este tipo de apego depende en gran medida de la constancia del cuidador en proporcionar cuidados, seguridad y confianza. Él o la cuidadora es una persona atenta y preocupada por comunicarse con el recién nacido, no sólo interesada en cubrir las necesidades básicas del bebé. Lo complejo es que esto se traduce en una entrega casi total de parte del cuidador o cuidadora, lo cual puede resultar complicado para algunas personas.
Los niños con apego seguro manifiestan comportamientos activos, interactúan de manera confiada con el entorno y hay una sintonía emocional entre el niño y la figura vincular de apego.
Al pequeño o pequeña no le resulta un esfuerzo unirse íntimamente a las personas y no experimenta temor hacia el abandono. Es decir, pueden llevar una vida adulta independiente, sin prescindir de sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.
Apego ansioso y ambivalente
En psicología, “ambivalente” significa expresar emociones o sentimientos contrapuestos, lo cual, frecuentemente genera ansiedad. Por eso, en el caso de un apego ansioso-ambivalente el niño no confía en sus cuidadores y tiene una sensación constante de inseguridad, de que a veces sus cuidadores están y otras veces no están ahí para él. Existe una marcada inconsistencia en las conductas de cuidado y seguridad.
Las emociones que suelen aparecer en este tipo de apego, son el miedo y la ansiedad extrema ante las separaciones, así como una dificultad para calmarse cuando el cuidador vuelve. Los pequeños necesitan la aprobación de los cuidadores y se activa la alerta ante la posibilidad de que les abandonen. Exploran el ambiente de manera poco relajada y procurando no alejarse demasiado de la figura de apego.
De adultos, el apego ansioso-ambivalente provoca, una sensación de temor a que su pareja no les ame o no les desee o corresponda realmente. Les resulta difícil interaccionar de la manera que les gustaría con las personas, ya que esperan recibir más intimidad o vinculación de la que proporcionan. Un ejemplo de este tipo de apego en los adultos es la dependencia emocional.
Apego evitativo
Los niños con un apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca malestar y sufrimiento. Se conoce como “evitativo” porque los bebés presentan distintas conductas de distanciamiento. Por ejemplo, no lloran cuando se separan del cuidador, se interesan sólo en sus juguetes y evitan contacto cercano.
La conducta que han tenido sus cuidadores no les ha brindado seguridad suficiente. El niño desarrolla una autosuficiencia compulsiva con preferencia por la distancia emocional.
La despreocupación por la separación puede confundirse con seguridad. En diferentes estudios se ha mostrado que estos niños presentan signos fisiológicos asociados al estrés, cuya activación perdura por más tiempo que los niños con un apego seguro. Estos menores viven sintiéndose poco queridos y valorados; muchas veces no expresan ni entienden las emociones de los demás y por lo mismo evitan las relaciones de intimidad.
En la edad adulta, se producen sentimientos de rechazo hacia la intimidad con los demás y de dificultades de relación. Por ejemplo, las parejas de estas personas echan en falta más intimidad en la interacción.
Apego desorganizado
En este tipo de apego el niño presenta comportamientos contradictorios e inadecuados, incluso hay autores que lo traducen en una carencia total de apego. Los cuidadores han desarrollado conductas negligentes o inseguras. Se trata del extremo contrario al apego seguro. Casos de abandono temprano, cuya consecuencia en el niño es la pérdida de confianza en su cuidador o figura vincular, e incluso puede sentir temor o miedo hacia ésta.
Los menores tienen tendencia a conductas explosivas, destrucción de juguetes, reacciones impulsivas, así como grandes dificultades para entenderse con sus cuidadores y con otras personas. Evitan la intimidad, no han encontrado una forma de gestionar las emociones que esto les provoca. Se presenta un desbordamiento emocional de carácter negativo, en donde la expresión de las emociones positivas no es posible.
De adultos suelen ser personas con alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones. En otros casos, este tipo de apego en adultos puede encontrarse en el fondo de las relaciones conflictivas.
¿Puede cambiar el estilo de apego?
Sí, el apego puede variar, ya que no se mantiene en la misma medida en todas las personas a lo largo del crecimiento y desarrollo. El comportamiento de toda persona en una relación se ve mediado por la conducta del otro. Las relaciones de amistad, laborales y de pareja influyen en el tipo de apego y el rol que se mantiene con las nuevas figuras de apego.
Las relaciones y los vínculos que se establecen desde el nacimiento hasta la edad adulta marcan y determinan el comportamiento del momento presente. Una persona con un estilo de apego inseguro en la infancia puede “aprender” de las conductas de apego seguro que le proporcionan su pareja u otras personas queridas, como puede ser un grupo de amigos íntimos psicológicamente saludables. Lo importante es desarrollar las estrategias convenientes para generar seguridad, con los recursos emocionales que tengamos disponibles.
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Autora: Ana Laura D’Agostino
Psicóloga General Sanitaria en Self Psicólogos Majadahonda
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Bibliografía
Bowlby, J. (1977). The making and breaking of affectional bonds. The British Journal of Psychiatry, 130(3): 201-210.
López, F. (2009). Amores y desamores: procesos de vinculación y desvinculación sexuales y afectivos. Madrid: Biblioteca Nueva
Carrillo, F., Godoy, A., Gavino, A., Nogueira, R., Quintero, C., & Casado, Y. (2012). » Escala de ansiedad infantil de Spence»(Spence Children’s Anxiety Scale, SCAS): Fiabilidad y validez de la versión española. Behavioral Psychology/Psicologia Conductual, 20(3). https://reunido.uniovi.es/index.php/PST/article/view/8670
2 Comentarios
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