Problemas de conducta en adolescentes

La adolescencia es un periodo vital de mucha agitación. Ser padre o madre de un adolescente no es tarea fácil, pero la labor de educar se complica más cuando aparecen los problemas de conducta. Los padres intentan «todo» pero no obtienen los resultados que esperan. Es normal que se sientan frustrados y angustiados, que esta angustia se transmita a los hijos y que ellos entonces se sientan peor.
Históricamente se ha definido a los adolescentes con problemas de conducta como personas maleducadas, que se portan así porque son “malos por naturaleza”, les gusta provocar y nunca cambiarán. Pero ¿realmente es así?
¿Qué caracteriza a la adolescencia?
La adolescencia se caracteriza por ser una etapa de transición en el desarrollo. Se pasa por cambios físicos, fisiológicos y psicológicos. Es una fase de búsqueda de la identidad, donde se abandona el mundo infantil y se busca un espacio en el mundo adulto. En este momento es donde se configuran determinados aspectos de nuestra personalidad y se desarrollan más ampliamente las relaciones sociales. Es por ello por lo que se considera una etapa de inestabilidad y fragilidad emocional.
Además, durante la adolescencia hay una mayor vulnerabilidad para iniciar conductas de riesgo, poner a prueba los límites, pasar por épocas de rebeldía, de protestas, oposición a las figuras de autoridad (padres y profesores) …que son causa del desarrollo habitual y serán conductas pasajeras. ¡Todos pasamos por una época así!
Pero entonces…¿A qué se refieren los «problemas de conducta»?
¿Cómo se manifiestan los problemas de conducta en la adolescencia?
Lo que marca la diferencia para poder hablar de un problema de conducta es la frecuencia (ocurre muchas veces al día o en diferentes contextos, casa, colegio…), duración (se prolonga durante mucho tiempo) e intensidad (las conductas aumentan en gravedad).
El adolescente empieza a estar desadaptado en todos los entornos de su vida. No logra tener un desempeño académico adecuado, afecta a su área personal y da lugar a que se desarrollen ciertos patrones emocionales, que implican dificultad de autocontrol, autorregulación, desajustes en identificación de emociones, baja autoestima… lo que dificulta una buena relación con sus iguales y con los adultos que le rodean (padres y profesores especialmente).
El comportamiento de los adolescentes con problemas de conducta se caracteriza por actos desobedientes (que van más allá de lo habitual), hostiles, desafiantes, incumplen normas sistemáticamente, suelen tener un humor irritable y de enfado continuo y son fácilmente susceptibles a sentirse resentidos. Pueden tener explosiones de ira y agresividad física y verbal.
En ocasiones, estos problemas de conducta son consecuencia de otros problemas que el adolescente no sabe gestionar (por ejemplo falta de habilidades emocionales, depresión, ansiedad, estrés, eventos desestabilizadores) y ocurre el denominado efecto “bola de nieve”. Los problemas se van acumulando, interfieren en el desarrollo normal del joven y desencadenan conductas inadaptadas.
Por otro lado, no hay que olvidar tener en cuenta los factores genéticos, neuropsicológicos y factores relacionados con la personalidad que pueden influir en el comienzo de los problemas de conducta.
Si quieres conocer más sobre el desarrollo de los problemas de conducta puedes leer nuestro artículo sobre problemas de conducta en niños.
¿Por qué se mantienen los problemas de conducta?
Puede ser debido a múltiples causas. Como ya hemos mencionado anteriormente, puede ser por motivos de origen genético o neuropsicológico, puede ser debido a otros problemas emocionales o afectivos, presencia de otros trastornos como ansiedad o depresión.
Los problemas de conducta también se pueden mantener en el tiempo por causas ambientales, es decir, por motivos relacionados con el entorno en el que vive el adolescente. Por ejemplo, que tenga falta de normas adecuadas, ya sea porque son demasiado rígidas, porque se dan por supuestas, son cambiantes o reciben órdenes inadecuadas (vagas, inconsistentes, contradictorias).
En muchas ocasiones también ocurre que padres e hijos entran en una “escalada aversiva” en la que el tono de la discusión se eleva cada vez más, la irritabilidad y el enfado está cada vez más presente en ambas partes y siempre termina con un “perdedor”. Vamos a verlo con un ejemplo:
Un adolescente de 14 años, Juan, que está en su habitación jugando a videojuegos, y pasa la siguiente secuencia:
- El padre/ madre le riñe por no estar haciendo los deberes. Esto irrita a Juan.
- Juan intenta ignorar la riña y pone excusas. Esto irrita al padre/madre que eleva el tono (comienza la escalada aversiva).
- Juan responde elevando también el tono de la discusión. Esto molesta al padre/madre.
- El padre/madre responde con nuevos reproches y amenazas de castigo a lo que Juan responde con conductas agresivas, insultos y más discusiones.
- La discusión termina porque alguna de las partes abandona.
¿Resultado? Juan no se ha puesto a hacer los deberes (lo que él buscaba, por lo que se refuerza su comportamiento) y el padre/madre se ha ido enfadado (se refuerza la creencia que tuviera anteriormente: “es un vago” ”siempre está igual”). Por lo que acabarán repitiendo esta dinámica.
¿Qué podemos hacer?
Como comentábamos al principio de este texto, los adolescentes son “rebeldes” y, por tanto, el objetivo nunca va a eliminar por completo las conductas oposicionistas. ¡Sencillamente porque es imposible! Pero si podemos poner en práctica algunos consejos que os dejamos a continuación para que el comportamiento del adolescente mejore:
Estimula el diálogo, y evita la imposición o los monólogos
Por ejemplo, promueve la reflexión sobre su propia conducta. “¿Qué pasó?, ¿qué piensas sobre lo que hiciste?, ¿propones algo que hacer ahora?
Habla con tu hijo, pregúntale qué tal su día aunque parezca que no le interesa. Es importante que sepan que estamos disponibles para ellos.
Ajusta las órdenes a su edad y entendimiento
Utiliza órdenes directas, sencillas, asegurándonos que nos escuchan y lo entienden y sin caer en amenazas o contradicciones.
Pide ayuda a un profesional
Si sientes que la situación os supera o sospecháis que el motivo de los problemas de conducta puede ser la depresión, la ansiedad, el estrés o alguna situación de difícil manejo, podéis poneros en contacto con un psicólogo.
Redacta un contrato de conducta
Se trata de redactar un documento donde se impliquen ambas partes (adolescente y padres). En él se especifican las conductas que las personas participantes aceptan emitir, así como las consecuencias que se derivan tanto del cumplimiento como del incumplimiento de lo acordado. Además, se pueden incluir cláusulas de bonificación por largos periodos de cumplimiento. La clave está en que ambos firmen y se comprometan a seguir lo acordado y se especifique muy bien las normas y conductas. Es una manera de implicar al adolescente, y ayudarle a que se comprometa y responsabilice de sus conductas.
A continuación, te damos un ejemplo de lo que se puede incluir en un contrato:
Por una parte, Pedro se compromete, por la mañana, antes de ir a clase:
Levantarse, antes de las 7.30h.
Vestirse, asearse, hacer la cama y desayunar, antes de las 8.00h.
Si cumple con lo acordado, Pedro podrá ver los deportes a medio día.
Buscar alternativas al castigo
Por ejemplo: que pueda perder privilegios, pero siempre estableciendo previamente las condiciones para que el adolescente sepa lo que ocurre si tiene un mal comportamiento.
También se puede hacer que tenga una “consecuencia restitutiva”. Es decir, corregir las consecuencias de la conducta problemática y facilitar que el adolescente asuma la responsabilidad de tal conducta.
Errores más comunes que cometemos con los castigos
- Castigar por periodos largos de tiempo: el adolescente pensará que no le damos oportunidad de portarse bien y como ya está castigado, ¿para qué esforzarse en el comportamiento correcto?
- Castigarle con todo lo que le gusta: De esta forma, cuando se porte bien, ¿con qué lo reforzaremos?
- Acumular el castigo durante varios días: Cada día hay que darle la opción de conseguir el objetivo, y animarlo a que lo haga.
- Castigos desproporcionados.
Autora: Miriam Gómez
Psicóloga General Sanitaria en Self Psicólogos Majadahonda
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